Título original: The Hills Have Eyes II.
Nacionalidad: USA.
Año: 2007.
Duración: 89 min.
Dirección: Martin Weisz.
Guión: Jonathan Craven y Wes Craven; basado en los personajes creados por Wes Craven.
Intérpretes: Michael McMillian (Napoleón), Jessica Stroup (Amber), Jacob Vargas (Crank), Flex Alexander (sargento Jeffrey Millstone), Lee Thompson Young (Delmar), Daniella Alonso (Missy), Eric Edelstein (Spitter), Reshad Strik (Mickey), Ben Crowley (Stump), Michael Bailey Smith (Hades), Derek Mears (Camaleón), David Reynolds (Hansel).
Producción: Wes Craven, Marianne Maddalena y Peter Locke.
Música: Trevor Morris.
Fotografía: Sam McCurdy.
Montaje: Kirk Morri y Sue Blainey.
Diseño de producción: Keith Wilson.
El retorno de los malditos, aunque inteligentemente su título en español no lo avise, es la secuela de Las colinas tienen ojos, remake llevado a cabo en 2006 del original de Wes Craven, que se ha convertido con el tiempo en un clásico del cine de terror de los 70, con el inolvidable Michael Berryman. Quizá por ello, Craven, que se ha encargado junto con su hijo Jonathan del guión de esta segunda parte, ha hecho todo lo posible por que no supere al guión original (que tampoco era ninguna maravilla, por cierto). A decir verdad, difícilmente superará a un guión del telediario.
La cosa trata de una unidad de soldados de la Guardia Nacional que, tras una desastrosa simulación de combate, son enviados a un área ultrasecreta y aparentemente abandonada allá por Nuevo México. Cuando llegan, no encuentran ni a los militares ni a los científicos, así que, cuando oyen un mensaje de socorro por la radio, van a intentar rescatar a los supervivientes. Pero, como no podía ser de otra manera, se van a encontrar con la versión mutante y caníbal de La casa de la pradera, que los espera para masacrarlos a base de bien.
Como tampoco es plan de hacer mucha sangre del tema, porque la peli en sí ya tiene bastante, me centraré en los aciertos de la cinta: dura 89 minutos. Solucionado esto, hay que comentar que todo lo demás es horrible: los monstruos, el gore, los actores, el guión, la dirección, la música… posiblemente, hasta el papel de los lavabos debía rascar lo suyo.
Martin Weisz no se da demasiada maña para crear tensión, a pesar del juego que da la oscuridad y la red de túneles excavados en la montaña, y para dar sustos al personal, subidón de volumen al canto, que ya se sabe que así la gente pega brincos en la butaca, aunque es probable que lo prefiriesen hacer sobre el proyector.
Sería absurdo hablar de las interpretaciones de unos personajes que, en su mayoría están para sufrir el mismo destino que la carne picada, o de unos diálogos que hacen daño a los tímpanos. Incluso la saña y la violencia de varias escenas son incapaces de evitar que uno piense que la gala de Eurovisión era una alternativa más deseable.
Pero en fin, los mutantes de la peli han debido avisar a sus hermanos (chicas mutantes queda claro que no hay en los túneles) para ir a verla, porque en algunas páginas ya dan por hecha una tercera parte anunciada para el 2009. Roguemos porque para entonces ya seamos todos mutantes.
Valoración: pésima.
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