Título original: The Mummy: Tomb of the Dragon Emperor.
Nacionalidad: Alemania, Canadá y USA.
Año: 2008.
Duración: 112 min.
Dirección: Rob Cohen.
Guión: Alfred Gough y Miles Millar.
Intérpretes: Brendan Fraser (Rick O’Connell), Jet Li (emperador Han), Maria Bello (Evelyn O’Connell), Luke Ford (Alex O’Connell), John Hannah (Jonathan), Michelle Yeoh (Zi Yuan), Isabella Leong (Lin), Russell Wong (Ming Guo), Chau Sang Anthony Wong (general Yang).
Producción: Sean Daniel, James Jacks, Stephen Sommers y Bob Ducsay.
Música: Randy Edelman.
Fotografía: Simon Duggan.
Montaje: Kelly Matsumoto y Joel Negron.
Diseño de producción: Nigel Phelps.
La Arqueología vuelve a pegar fuerte en pantalla: la cuarta entrega de Indiana Jones, esta tercera de las aventuras de la familia O’Conell… en fin, que Zahi Hawass debe tener las manos despellejadas de tanto frotárselas.
Varios años después de jugar al corre que te pillo con Imhotep, Rick (Brendan Fraser) y Evelyn (Maria Bello) se aburren como ostras en su mansión, alejados de la acción y de su hijo Alex (Luke Ford), ya convertido en un mocetón que ha cambiado los libros por el pico y la pala. En sus excavaciones, Alex descubre la tumba del sanguinario emperador Han (Jet Li), que por mor de los acontecimientos, revivirá para continuar su empeño de esclavizar al mundo entero, a pesar de la maldición invocada sobre él por la hermosa Zi Yuan (Michelle Yeoh). A la aventura también se unirán la valiente Lin (Isabella Leong) y el insufrible hermano de Eve, Jonathan (John Hannah).
Es cierto que hay que tomarse la película como lo que es: cine de consumo rápido, destinado a olvidarse a la misma velocidad a la que transcurre todo en pantalla (que es mucha). Pero incluso teniendo en cuenta que las dos partes anteriores tampoco resultaban gran cosa, da la impresión de que en esta se han esmerado aún menos. Y es que el creador de la saga y realizador anterior, Stephen Sommers, no debe tenerle mucho cariño a su invención para ponerla en las manos de Rob Cohen, que tiene serios problemas para rodar alguna escena de acción decente.
La sencilla trama es una mera excusa para presentar una persecución tras otra, con peleas y tiroteos varios, que se engarzan torpemente por medio de unos diálogos de auténtica lástima. Si sumamos a eso un penoso tratamiento de los personajes, y las punch lines con menos gracia que yo haya visto en años, pueden darse cuenta de por qué Rachel Weisz debió escapar espantada cuando leyó el guión. Imagínense cómo debe ser para lograr asustar a alguien que vive con Darren Aronofsky.
Brendan Fraser parece ser el único que se esfuerza en su papel, y sin brillar en exceso, consigue no parecer patético (al menos no todo el tiempo). Luke Ford, que se supone debería ser la alternativa a Fraser para continuar con las pelis, tiene el carisma de un mechero, así que mal futuro le aguarda. Jet Li y Michelle Yeoh le dan la clásica elegancia exótica al filme, aunque el primero ni siquiera tiene mucho rato para lucir su habilidad atlética.
Pero hay que destacar ante todo el dolor que causa ver a John Hannah, con un secundario aborrecible, y a Maria Bello, que se pasa toda la peli poniendo ojitos, y que debía estar intuyendo la que se le venía encima: si hablamos de personajes maltratados por el guión, sin duda el suyo se lleva la palma.
Afortunadamente, los ruidos de las explosiones copan casi todo el metraje, y no hay demasiado tiempo para pensar que en vez de en el cine se estaría mejor en casa haciendo la colada, con lo que el asunto no se hace del todo penoso, y se puede salir de la sala sin graves daños cerebrales. Por lo menos, tras sólo un visionado…
Valoración: regular.
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