Título original: Jesus Christ Superstar.
Nacionalidad: USA.
Año: 1973.
Duración: 108 min.
Dirección: Norman Jewison.
Guión: Norman Jewison y Melvyn Bragg; basado en el libreto de Tim Rice.
Intérpretes: Ted Neeley (Jesucristo), Carl Anderson (Judas Iscariote), Yvonne Elliman (María Magdalena), Barry Dennen (Poncio Pilatos), Bob Bingham (Caifás), Larry T. Marshall (Simón Zelote), Joshua Mostel (Rey Herodes), Kurt Yaghjian (Anás), Paul Thomas (Pedro).
Producción: Norman Jewison y Robert Stigwood.
Música: Andrew Lloyd Webber.
Fotografía: Douglas Slocombe.
Montaje: Antony Gibbs.
Diseño de producción: Richard MacDonald.
Para ser sincero, tengo que empezar diciendo que casi cualquiera que vea el calificativo de obra maestra se mesará las barbas, los cabellos, o ambos. Pero estamos ante, el que para mí es el MUSICAL, así, con mayúsculas. Existen muchos musicales fantásticos: Cabaret, West Side Story, My Fair Lady, Sonrisas y lágrimas, o, sin retroceder tanto en el tiempo, la espectacular Chicago. Pero creo que, por encima de todos ellos, está este Jesucristo Superstar.
No sólo hacer un musical sobre los años de predicación y muerte de Jesús de Nazaret es algo insólito, sino que además, hacerlo en plan ópera-rock tiene mucha miga, sobre todo, si vas a usar los textos bíblicos para hacer la letra. Pero claro, detrás de todo esto están dos británicos: sires, para más señas. Uno es un compositor llamado Andrew Lloyd Webber, que entre sus éxitos destacan cosillas como Evita, Cats o El Fantasma de la Ópera, por ejemplo. Ya ven, casi nada. Y el letrista es un señor llamado Tim Rice, que ha escrito los textos de canciones para los musicales de Broadway de La Bella y la Bestia, El rey león o Aida, además de Evita y el que nos ocupa.
Además, el reparto, que a pocos sonará (a no ser que alguien cuente en su videoteca con películas de Paul Thomas, que hace de Pedro, y que se dedicó posteriormente al porno), cuenta con algunas de las más prodigiosas voces que yo he tenido la fortuna de oír, como las de Ted Neeley, Carl Anderson (tristemente fallecido en 2004), o Yvonne Elliman, que son los protagonistas, aunque el resto no les va a la zaga.
Una de las curiosidades de la peli son sus anacronismos. La cosa empieza con un autobús lleno con los actores, que llegan a Israel a representar la vida de Jesús, así que lo primero que hacen es desempaquetar todo, y vestirse para la ocasión. De manera curiosa, añado, porque mezclan túnicas y sandalias con pantalones de campana y peinados a lo afro, en plan blaxploitation. Para que se hagan una idea de lo surrealista del tema, los soldados romanos llevan camisetas de tirantes y ametralladoras, y Judas tiene que escapar de tanques en una escena.
Pero no sólo la vestimenta y el atrezzo es peculiar, sino que Jesús es un alfeñique de metro sesenta y caucásico, bizco para más señas, mientras que Judas parece Shaft, y María Magdalena es hawaiana. Y respecto a los ángeles, bueno, decir que si tuviéramos la completa seguridad de que son así, más de uno ya estaría preparando la carta de despedida.
Pero por encima de todo, está la fuerza de números como I Don’t Know How to Love Him, The Last Supper, Superstar o el grandioso Gethsemane (I Only Want To Say), que sería capaz de conmover a Chuck Norris. Y es que hay que ser una estatua de hielo para no sentir un escalofrío cuando, en el momento de máxima duda de Jesús, nos colocan un montaje con imágenes terroríficas de pinturas sobre la crucifixión, con la orquesta sonando a todo trapo.
En fin, el musical más impresionante de todos los que he acertado a ver, aunque supongo que cada uno tendrá su opinión de él, perfectamente válida. Eso sí, al que no le guste, seguro que va al infierno.
Valoración: obra maestra.
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